Hasta la fecha se han aislado más de 480 compuestos activos en el cannabis, de los cuales un tercio pertenecen a la familia de los cannabinoides. El THC y el CBD son los cannabinoides más comunes y más estudiados, ya que los niveles de estos componentes tienen una fuerte influencia en los efectos de los productos médicos derivados del cannabis.
Respectivamente, el delta-9-tetrahidrocannabinol (Δ9-THC) es conocido por sus propiedades psicoactivas y el cannabidiol (CBD) por su potencial terapéutico. En concreto, el THC es el principal compuesto psicoactivo del cannabis, responsable de la estimulación de receptores específicos en el cerebro que provoca efectos y alteraciones como la reducción del dolor y la inflamación, el aumento del apetito, las náuseas y el insomnio.
El CBD, por otro lado, es un cannabinoide no psicoactivo, lo que significa que no causa efectos psicotrópicos. Un número creciente de estudios demuestra su eficacia para aliviar los síntomas relacionados con la ansiedad, la inflamación, el dolor y para tratar diversas afecciones neurológicas. En 2018, la FDA (Food and Drug Administration) aprobó el primer medicamento basado en el cannabidiol (CBD) para el tratamiento de los trastornos convulsivos. El CBD también se puede convertir en un aceite para utilizarlo como ungüento curativo.